Ante un Divorcio, qué compensa más: ¿»sacarnos los cuartos» o «ir de común acuerdo»?

Puede ser algo cultural, puede ser derivado de la costumbre, o puede tener mil y una explicaciones. Lo que es algo común en muchas parejas que deciden separarse es “sacarle los cuartos” a la otra parte. Y siempre surge una pregunta: ¿Por qué? ¿Cómo puede ser que dos personas que se han querido, que han formado una pareja, y que se han podido casar o no, e incluso han tenido hijos o se lo han plantado, al cabo de un tiempo quieran tirarse los trastos a la cabeza?

Estas y otras muchas preguntas me las planteo casi a diario en mi despacho. Son muchas las parejas con las que he tenido contacto; ya sean parejas de hecho o parejas que están casadas, que llega un momento en su relación en el que se plantean a dónde van; qué les ha llevado a pasar por un bache; qué ha cambiado, etc, y deciden poner fin a la relación.

Nunca pregunto quién es el culpable, está claro que cuando una relación se rompe siempre, aunque esté muy escondida, hay una explicación, pero en el mundo del Derecho, y en el Derecho Matrimonial, a día de hoy, las razones de la ruptura no importan para llegar al fin de disolución de la pareja.

Sí que es cierto, que puede que en la primera reunión se pase de puntillas, en la segunda se trate más profundamente, o que sin tapujos en la primera reunión se plasmen los motivos exactos de la ruptura, pero a pesar de que “sacarlo afuera” es sano emocionalmente, expresarlo en voz alta, y trasladarlo a una tercera persona en la que el cliente ha puesto toda su confianza para solucionar esa situación, en realidad a la hora de la verdad, los motivos casi nunca son necesarios expresarlos ante el Juzgado. Y si no son necesarios, ¿por qué nos valemos de la razón de la ruptura para hacer daño a la otra parte?

Es algo recurrente en mi día a día laboral, y es claramente y es humanamente comprensible el torrente de emociones y sentimientos con los que el cliente nos traslada la situación que está viviendo. Es comprensible ese dolor inexplicable, no duele ninguna parte del cuerpo en general, pero duele todo, duele el alma; es comprensible la sensación de ser la parte engañada, ser la parte “tonta” de la pareja en ese momento; es habitual que se hable de decepción, de incredulidad; la sensación de que se esté viviendo una realidad que no corresponde, que no va en ese momento con él o ella; que le supera, incluso sentimiento de odio; un despecho.

Nos enfrentamos ante un maremágnum de sensaciones y sentimientos que muchas veces ellos mismos no saben cómo expresar y con qué palabra describir cada uno de esos momentos que están viviendo, y muchas veces se entremezclan entre sí. Todo eso es comprensible.

¿Pero que pasa por dentro de esas personas, para que en un corto espacio de tiempo, a pesar de tener esa decepción, esos sentimientos, se pase del amor a un odio enconado y esa necesidad de sangrar a la otra parte? Como he indicado antes, puede ser cultural, puede ser una reacción humana totalmente explicable y totalmente entendible, pero quiero ir más allá. Quiero plantear una pregunta: ¿acaso sirve de algo?

Me explico: el poder “sacarle hasta la entretela” (expresión muy común en estos casos), ¿nos hace bien? ¿nos ayuda a paliar esos sentimientos? Muchas veces se intenta creer que sacando el máximo beneficio, haciendo el máximo daño a la parte que creemos responsable (o es la responsable) de la ruptura, va a mitigar ese dolor y esa rabia en la que se está inmersa, y en la mayoría de los casos no se mitiga, no se acaba, y no se aplaca. Simplemente lo que se ha hecho es “ponerle un precio” a esos sentimientos. El dolor emocional y el daño y el sentimiento de despecho sigue ahí.

Como profesional que lidia diariamente con este tipo de situaciones, me gusta dejar claro a mis clientes que es normal todos esos sentimientos, y que hay que pasar un período de duelo en la ruptura de pareja que es normal y que es sana para seguir adelante. Que es recomendable intentar llegar a un acuerdo y repartir lo que exista en común, repartir de forma equitativa y que cada uno se quede con lo que le pertenece; es una forma más sana emocionalmente, más rápida y más económica de poner fin a una situación que es dolorosa y ambas partes sufren (tanto el que decide poner fin, como el que recibe la noticia del fin). Ahora bien, si no se llega a un acuerdo, habrá que ir a lo contencioso y pelear por lo que pertenece a cada uno e ir al cumplimiento de lo legalmente establecido sin ninguna contemplación.

Pero debemos tener claro y es recomendable que quede claro que: El duelo emocional lleva su camino, y la ruptura económica lleva el suyo propio. Ambos son paralelos, pero como profesionales hay que ayudar a que no se mezclen o ayudar a separarlos. Mantener la cabeza fría en estas situaciones es difícil, pero con ayuda es posible conseguirlo. Es posible y el coste emocional es mucho menor y mucho más llevadero que emprender una guerra sin cuartel y muchas veces sin trinchera.

Esto es lo recomendable, ahora bien, no es lo normal. Y si tenemos entre manos un asunto peliagudo, vamos a la guerra, siempre teniendo en cuenta que es la vida de dos personas, y los sentimientos de ambos lo que está en juego.